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La Nueva Concertación

El protagonismo del Frente Amplio es indiscutible. Pero como le ocurrió a su generación precedente, el acto de tomar una bandera político-institucional como llave para forjar y liderar el espacio político futuro no les salió gratis a estos muchachos. Es cosa de ver que tanto Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Beatriz Sánchez han sido objeto de agresiones y funas en espacios públicos. Por Camilo Feres (*)

3 agosto 2021

El Frente Amplio lidera la mesa de la Convención Constituyente; su candidato se impuso holgadamente en las primarias de la izquierda y sus resultados y expectativas electorales van en alza. Sin embargo, los grupos más vociferantes en la mayoría de las demandas que tan bien escenifican en el espacio institucional les dan la espalda, los funan o los agreden cuando salen de éste ¿por qué esta paradoja?

En noviembre de 2019, en momentos en que el desborde social con ocasión del estallido de octubre aún amenazaba la continuidad institucional de la democracia, un grupo de dirigentes políticos arribó a un acuerdo que se convirtió en el marco legal para la apertura de un proceso constituyente. Además de los partidos “tradicionales”, Revolución Democrática, Comunes y un solitario Gabriel Boric rubricaron dicho acuerdo.

Con esa firma, aquellos dirigentes de fuerzas emergentes que, hasta entonces, operaban con distancia eugenésica respecto de la clase política tradicional, no solo unieron sus nombres con el de sus némesis, sino que soldaron también su destino político al resultado de la vía institucional de resolución del conflicto social, tal y como, en su momento, un puñado de fuerzas opositoras a la dictadura lo hiciera respecto del proceso que, para superarla, se abrió paso en el plebiscito de 1988. Ese fue el día en que una parte medular del Frente Amplio se convirtió en la nueva Concertación.

Como le ocurrió a su generación precedente, el acto de tomar una bandera político-institucional como llave para forjar y liderar el espacio político futuro no les salió gratis a los muchachos del Frente Amplio. Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Beatriz Sánchez han sido objeto de agresiones y funas en espacios públicos.

Y es que eso de estar con un pie en la calle y otro en la institucionalidad suena bien pero no pega. Al final del día, la política se trata de tomar posiciones y el eje del Frente Amplio, aunque algunos no se hayan dado cuenta aún, ya tomó las suyas: son la fuerza institucional de reemplazo para procesar las demandas de su época y los que tendrán, por ende, la tarde de conciliar dichas demandas con las posibilidades que la realidad les entregue. Esa “medida de lo posible” que está en la base de la política real y de la racionalidad contra la que algún día se rebelaron.

Y no les ha ido mal. El espacio natural de confección de la política de los próximos años -la convención- los tiene como actores hegemónicos. Dentro de ella, el entendimiento con sus pares del socialismo, truncado a nivel presidencial por el golpe del PC en el Servel, fluye como miel sobre hojuelas y las demandas troncales de las nuevas fuerzas de cambio: el ambientalismo, el feminismo y el multiculturalismo, les reconocen como portadores de sus banderas.

La contracara de su éxito, sin embargo, es el desafecto de todas aquellas estrategias más radicales para las mismas demandas. Probablemente una parte de ellas se quede dentro de sus partidos y colectivos -al menos mientras los nuevos electores les sigan sonriendo- bajo la forma de una incipiente corriente autoflagelante; mientras otra preferirá la vereda del frente, para gritarles “vendidos”, “amarillos” y “acomodados”. Así, como cuando eran estudiantes marchantes y tildaban a sus predecesores de igual forma. Porque la historia, aunque no se repite, rima.

(*) Camilo Feres es Comunicador Social UARCIS y Magister (c) en Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, además es Director de Estudios Sociales y Políticos de Azerta. Columna publicada en Ex-Ante.