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Gestión de Firestorms en Chile

A propósito del Día Mundial de la Tierra, entrevistamos a Magdalena Gil, profesora de la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica e investigadora asociada al Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden), para entender cómo pasamos de enfrentar incendios forestales a firestorms que arrasan con todo a su alrededor. Asimismo, quisimos conversar acerca de resiliencia y prevención para saber si el país está preparado para enfrentar este cambio tan radical provocado por la crisis climática.

27 abril 2023

-¿A qué atribuye la ferocidad de los incendios que vivimos en el verano del 2023?

-Creo que aquí hay varias cosas. Primero cómo parten los focos. Segundo, cómo rápidamente se transforman en un incendio. Y después está lo veloz que se desplazan por el territorio hasta convertirse en una Firestorm o tormenta de fuego, que es un tipo de incendio muy rápido, a temperaturas muy altas, que cruzan las carreteras, que son equivalente a cortafuegos. Aprendí de Ricardo Toro, ex director de ONEMI, que los incendios no se apagan, uno lo que hace es mantenerlos lo más controlados posible hasta que se extingan. La clave realmente es evitar que empiecen.

Por eso insisto tanto que esto es un problema súper complejo. En Chile tenemos una bala de plata con los terremotos, nos enfocamos en que los edificios sean sismo-resilientes. Hemos hecho apuestas donde tenemos unos estándares muy altos en esta materia. Aquí tiembla, incluso magnitud ocho, nos asustamos y llamamos a todo el mundo, pero si no hay tsunami al día siguiente se trabaja. Bueno, con los incendios no existe esa solución “mágica”.

Debemos tener una estrategia que algunos autores llaman de acupuntura, que en el fondo tú tienes que hacer modificaciones en distintos puntos del sistema y, son muchos los actores que se tienen que ajustar a las distintas medidas. Eso lo hace mucho más desafiante desde una perspectiva de política pública.

Hay algunas de estas intervenciones que son fáciles, baratas y en las que podríamos avanzar. Hay otras que son difíciles y costosas.

¿Por qué tenemos más focos? No es tan claro. Hay temporadas anteriores que hemos tenido la misma cantidad de focos y distinto porcentaje de hectáreas quemadas.

-Y los incendios intencionales…¿qué piensa?

-Creo que es un mal nombre, porque la gente asume que eso significa que alguien quiso quemar Chile. Y en verdad que sean intencionales, sólo significa que alguien a propósito prendió fuego. Lo puede haber hecho como una quema agrícola, que es ilegal y es algo en lo que hay que educar, perseguir y multar. Pero no necesariamente los incendios intencionales significan que la persona quiso quemar todo.

También está la gente en situación de calle, que a veces son drogadictos y que se van a un lugar, prenden la fogata para pasar la noche. Eso es lo que pasó en el incendio de Viña en la época de Navidad, por ejemplo.

Es un tema súper importante es cómo parten los focos. Pero no sabemos cómo se inician más de la mitad. Esa es la realidad. Y de los que sabemos, detectamos que hay mucha negligencia, mucha gente que prende fuego pensando que lo va a controlar, y se les va en collera. Chispas de soldadores, personas que cortan fierro, gente que hace asados, fogatas, y así un montón de situaciones, incluido el tendido eléctrico.

Tampoco es descartable que haya gente prendiendo fuego a propósito, pero ahí nos falta todavía entender qué finalidad podría haber detrás, si es que la hubiera. Razones económicas locales, o razones políticas… podría ser, aunque la verdad el fuego es un arma política muy mala, porque una vez que parte no controlas qué quema. A menos que tu objetivo sea realmente que se vaya toda a la punta del cerro.

Además, hay algo que pasa mucho con el cambio climático y es que la gente prefiere pensar que hay un humano haciendo el mal, porque significa que nuestro planeta no está en este nivel de tensión donde nos estamos quemando. Porque en el fondo si creo que esto es un grupo terrorista, lo encuentro y lo meto a la cárcel, se acabó el problema. Entonces, por más terrible que sea esa opción, la estrategia es súper clara, es posible y alcanzable. Mientras que si aceptamos que es gran parte cambio climático, con las condiciones y la complejidad que conlleva, se empieza a generar angustia, porque es tanto lo que hay que hacer y hay que abarcarlo por tantos lados, que no se ve la posibilidad de un verano sin fuego. El próximo año viene la corriente de El Niño y los incendios podrían ser mucho peores.

Nuestro entorno cambió de una manera en que cuando tú tienes el material combustible, tú siempre lo ves seco, pero es super diferente que esté con un 30% de humedad a un 5% en el efecto que hace la chispa. Siempre digo que prácticas que eran seguras ya no lo son, y eso es lo que hay que entender. Estamos hablando desde el trekking hasta profesionales que soldan, o el mantenimiento de una máquina, que no se puede hacer bajo ciertas condiciones de clima. Porque hoy el potencial daño que hace la chispa o el vidrio botado en el  suelo es mucho mayor. 

-¿Atribuye al cambio climático la ferocidad de los incendios?

-Sí, es absolutamente el cambio climático. Ahora, eso tampoco basta para explicar los incendios, hay que entender bien cuáles son las dinámicas climáticas que han cambiado en concreto. Porque el cambio climático en el fondo es que cambia el clima, tenemos mucho más altas temperaturas y hasta muy tarde. Tuvimos altas temperaturas en noviembre y diciembre. Una ola de calor como a fines de noviembre, hace que todo se seque antes. Es un sistema de múltiples variables. Entonces, cambia la temperatura, cambia la cantidad de agua. En 2022 no llovió lo que llovía en los 90, ni de cerca, pero hubo mucha más lluvia que en años anteriores. Eso hace que crezca un montón de hiedra. Después en diciembre, la primera semana hubo una ola de calor enorme y todo eso se secó. Y quizás si no hubiera llovido podría haber sido menos terrible.

Eso también nos lleva a pensar quién va se va a hacer cargo de esa hiedra. ¿Quién va a ir a cortarla antes de diciembre? Tal como se hace en California o en el sur de España y Australia. En el fondo, ¿quién está a cargo de este sistema preventivo para ir haciendo estas intervenciones que se necesitan para que la temporada de incendios, que la vamos a tener, sea una gestión anual que incorpore en su expertise variables ocurridas en el invierno, y cómo ellas influyen en lo que pasa en enero.

-¿Deberíamos tener una estrategia nacional para enfrentar futuros incendios, ya que al parecer tendríamos períodos claros que se han extendido de noviembre a marzo?

-Claro. Pero hay que pensar que esto es un trabajo anual, porque todo el resto de los meses es prevención, limpieza y hacer modelos proyectivos. Es entender dónde están los riesgos, ir a revisar las quebradas, que no tengan basura, por ejemplo. Apoyar a los municipios en sus propios trabajos de aseo. Creo que tenemos que empezar a pensar que esto es un problema social permanente, que requiere de una gestión permanente. Hay que pensar bien quién va a estar a cargo de esto, porque en el fondo los incendios forestales además son una especie distinta a los incendios típicos urbanos, a los cuales nuestros bomberos están acostumbrados.

Siempre está el bombero que te dice ´oye, nosotros también nos hemos entrenado en incendios forestales’. Pero la verdad es que el nivel de problemas que tenemos ahora no puede afrontado de la misma manera: no podemos depender de un contador que sale a las tres de la tarde un martes en enero a apagar un incendio forestal.

-Fue con Bachelet que se hizo como una cosa más unitaria, cuando ocurrieron los incendios de Santa Olga…

-Sí, justo después de Santa Olga se mejoraron mucho los protocolos de coordinación. Pero seguimos al debe. Te lo voy a poner así, estamos bien en todo lo que es geológico, porque en volcanes tenemos una red que está siendo monitoreada. Tu llevas a un extranjero a Temuco, al Observatorio de Volcanes, y para ellos es como ciencia ficción. Pero en el clima dependemos de los satélites. No tenemos una buena sensorización en terreno y esa es una cuestión que muy poca gente la ve.

-Desde que ocurrió el incendio en Santa Olga, ha estado haciendo un seguimiento a través del centro de la Católica, ¿qué es lo que más destacaría en este caso?

-Lo que pasa es que en Santa Olga fue muy traumático para el sistema de emergencias. Esto de que se quemara un pueblo completo, fue devastador.

Este año se quemaron más o menos la misma cantidad de casas que el 2023, pero este año están dispersas en zonas rurales. El único pueblo que se ha quemado entero es Santa Olga, menos el retén de carabineros, que era de concreto.

Y el sistema político, más que el sistema de emergencias, tomó a Santa Olga como algo excepcional, que hoy vemos no lo es. Entonces la cantidad de plata que se invirtió fue enorme. Se entregaron todos los beneficios estatales posibles con el máximo monto que permitía la ley. En términos de infraestructura el up grade es total. La escuela es de primer nivel , el consultorio también. Hicieron un parque de mitigación que eventualmente, por lo menos con incendios normales o de tamaño menor, debería funcionar como protección

Santa Olga, dentro de todo, es un súper buen caso, pero no es el estándar que quedó para siempre. ¿Por qué? Porque es mucha plata para algo que no se proyecta sea excepcional. Y no se trata acá de que el Estado diga “no se lo merecen.” No, para nada. Sino de que esa plata sale de algún lado, tiene un costo alternativo. Son menos personas en esa región que se benefician de subsidio vivienda, o menos Salas Cuna.

-El área de su expertise es la resiliencia post desastre, ¿es el chileno per se resiliente?

-Sí, pero también algo que he aprendido mucho, y es que la resiliencia uno la ve cuando aparecen “andamios”. Es super fácil decirle a otro “tienes que ser resiliente” y la persona no tiene ni apoyo de salud mental, ni recursos, ni techo, ni los niños que puedan ir al colegio. Creo que uno puede exigir resiliencia en la medida en que genere el andamiaje que  lo permita.

En Santa Olga, mujeres de 50 años armaron un grupo de apoyo, se pasaban los datos de cómo postular a beneficios, se juntaban, hacían un onces , se desahogaban. Son topísimas y fueron a Santa Juana para compartir su experiencia con las señoras de allá. Ellas son como nuestras embajadoras de resiliencia. Queremos ser resilientes. Es parte de nuestra identidad y queremos serlo. Queremos ser esa persona que sale adelante ante la adversidad. Pero de algo necesitas apoyarte para lograr eso. La resiliencia no existe en el vacío.