@Actualidad

La dictadura de los datos

El nuevo libro del filósofo y ensayista coreano Byung-Chul Han abre una puerta para entender el “control del comportamiento humano a través de los datos”. La obra que se titula “Infocracia”, es un breve texto que va relevando, en un lenguaje simple, cómo la digitalización tiene en crisis a la democracia.

27 mayo 2022

Considerado por muchos como ‘el rockstar de la filosofía’, Byung-Chul Han (63 años) tiene una carrera peculiar, por decir lo menos. Y es que su vida se divide entre el tiempo que se desempeñó como obrero metalúrgico en su natal Corea hasta su asentamiento en Alemania. En el país europeo, sin saber una gota del idioma decidió estudiar filosofía. Hoy es un reconocido profesor en la Universidad de las Artes de Berlín y uno de los pensadores que mejor sabe leer el estado de nuestra historia.

Su última obra es Infocracia (Taurus, 112 páginas), que se puede encontrar a un sólo clic para versión Kindle, la cual releva en un lenguaje simple, cómo la digitalización tiene en crisis a la democracia. En él repasa autores como George Orwell y Aldous Huxley, así como filósofos y pensadores que contrastan la sociedad de hace unas décadas versus la vida contemporánea. Una obra fascinante y medular para entender dónde estamos parados hoy como sociedad. A continuación, una pequeña reseña con los cinco puntos más destacados de su nuevo libro.

 

  1. La tecnología de la vigilancia: “la tecnología de la información digital hace de la comunicación un medio de vigilancia. Cuantos más datos generemos, cuanto más intensamente nos comuniquemos, más eficaz será la vigilancia”, se lee en Infocracia. El filósofo resalta que el teléfono móvil es un instrumento de vigilancia y sometimiento que explota la libertad y la comunicación y, donde curiosamente, las personas no se sienten vigiladas, sino libres. “De forma paradójica, es precisamente la sensación de libertad la que asegura la dominación”, explica. En el régimen de la información, las personas se esfuerzan por alcanzar la visibilidad por sí mismas, mientras que el régimen de la disciplina las obliga a ello. “Se colocan de manera voluntaria ante el foco, incluso desean hacerlo”, insiste. Entre sus conclusiones considera que “la paradoja de la sociedad de la información es que las personas están atrapadas en la información. Ellas mismas se colocan los grilletes al comunicar y producir información”.

 

  1. Los smartphone y los influencers: “el smartphone está demostrando ser un eficaz informante que nos somete a una vigilancia constante”, dice Byung-Chul Han. Los influencers son venerados como modelos con una imagen que alcanza una dimensión religiosa. “Los influencers, como inductores o motivadores, se muestran como salvadores. Los seguidores, como discípulos, participan de sus vidas al comprar los productos que los influencers dicen consumir en su vida cotidiana que está totalmente escenificada. De ese modo, los seguidores participan en una eucaristía digital”, se lee en Infocracia. Los medios de comunicación social -según el filósofo- son como una Iglesia y el like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención. “Al mismo tiempo, los influencers hacen que los productos de consumo parezcan utensilios de autorrealización. De esa manera, nos consumimos hasta la muerte, mientras nos realizamos hasta la muerte. El consumo y la identidad se aúnan. La propia identidad deviene en una mercancía”.
    En el régimen de la información, ser libre no significa actuar, sino hacer clic, dar al like y postear. “El smartphone es un dispositivo de registro psicométrico que alimentamos con datos día tras día, incluso cada hora. Puede utilizarse para calcular con precisión la personalidad de su usuario. El régimen de la disciplina sólo disponía de información demográfica, lo que le permitía llevar a cabo una biopolítica”, explica.

 

  1. Lo narrativo por lo numérico: “Los relatos dejan paso a los recuentos algorítmicos. El régimen de la información sustituye por completo lo narrativo por lo numérico”, asegura en Infocracia. En el libro “Psicología de las masas”, el pensador Gustave Le Bon habla del alma de la masa, que unifica las acciones de la masa. El régimen de la información, en cambio, aísla a las personas. “Incluso cuando se reúnen, no forman una masa, sino enjambres digitales que no siguen a un líder, sino a sus influencers”, insiste Byung-Chul Han. El hombre-masa no tiene identidad. Es “nadie”. “Los medios digitales ponen fin a la era del hombre-masa. El habitante del mundo digitalizado ya no es ese “nadie”. Más bien es alguien con un perfil, mientras que en la era de las masas sólo los delincuentes tenían un perfil. El régimen de la información se apodera de los individuos mediante la elaboración de perfiles de comportamiento”, explica.

 

  1. La democracia versus infocracia: “nos sentimos aturdidos por el frenesí comunicativo e informativo. El tsunami de información desata fuerzas destructivas. Entretanto, se ha apoderado también de la esfera política y está provocando distorsiones y trastornos masivos en el proceso democrático. La democracia está degenerando en infocracia”, asegura el filósofo. En los primeros tiempos de la democracia, el libro era el medio determinante. El libro instauró el discurso racional de la Ilustración. Luego comienza un devenir en medios masivos como la televisión, por eso el pensador coreano asegura que el estilo de oratoria cambia. Quien ofrezca un mejor espectáculo ganará las elecciones. El discurso degenera en espectáculo y publicidad. “Los contenidos políticos tienen cada vez menos importancia. La política pierde así toda su sustancia y se ahueca en una política telecrática de imágenes”, insiste. Por otro lado, cita obras literarias que nos llevan a repensar nuestro estado contemporáneo como seres humanos. “En 1984 -la obra de George Orwell-, añade Huxley, se controla a los hombres infligiéndoles dolor. En ‘Un mundo feliz’ se los controla proporcionándoles placeres. Así pues, Orwell temía que lo que aborrecemos nos destruyera. Huxley temía que lo que nos gusta nos destruyera”, se lee en Infocracia.

 

  1. El cortoplacismo, un mal de este tiempo: “El cortoplacismo general de la sociedad de la información no favorece la democracia. El discurso tiene una temporalidad intrínseca que no es compatible con una comunicación acelerada y fragmentada. Es una práctica que requiere mucho tiempo”, asegura el autor de Infocracia. Así, las fake news concitan más atención que los hechos. “Un solo tuit con una noticia falsa o un fragmento de información descontextualizado puede ser más efectivo que un argumento bien fundado”, asegura el filósofo. Trump, el primer presidente con Twitter, trocea su política en tuits. No son visiones, sino informaciones virales, las que los determinan. “La infocracia fomenta la acción instrumental orientada al éxito. El oportunismo se extiende. La matemática estadounidense Cathy O’Neil señala con acierto que el propio Trump actúa como un algoritmo completamente oportunista, guiado sólo por las reacciones del público”.