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La otra guerra

El conflicto entre Rusia y Ucrania ha generado un daño colateral, que se suma al enorme costo humano y a las ciudades destruidas. Se trata de una catástrofe medioambiental de proporciones que está causando estragos en la zona y que podría repercutir fuertemente en Europa.

25 mayo 2022

Las esquirlas de la guerra que se libra Europa están llegando a ámbitos que antes parecían secundarios en cualquier conflicto bélico librado en el mundo recientemente. Tal vez porque puede ser seguido de manera casi instantánea gracias a las redes sociales o porque el mundo ha adquirido un compromiso mucho más real con el medioambiente, es creciente y muy visible la preocupación de distintas organizaciones por lo que pueda suceder con el agua, los bosques, los mares, las plantaciones, y la fauna por nombrar sólo algunos de ecosistemas afectados por las acciones militares.

Doug Wier es director del Observatorio de Conflictos Medioambientales (CEOBS) por sus siglas en inglés y alerta: “El medio ambiente es la víctima silenciosa de una guerra”, aseguró a eldiario.es. Weir añade que los programas de reconstrucción de Ucrania después de la guerra, si se acometen, también supondrán importantes emisiones de gases dañinos para la atmósfera”, según el suplemento Cinco Días del diario El País.

La senda ambiental: para entender por qué preocupa tanto el tema medioambiental hay que tomar en cuenta que un tanque y un avión de combate contaminan entre 65 y 75 veces más que un auto, según las cifras que maneja el CEOBS. A Weir, según el eldiario.es, que estudia los efectos de los conflictos armados en el medio ambiente desde 2005, le preocupan dos cosas de Ucrania: sus centrales nucleares y que la población viva junto a emplazamientos industriales que están siendo bombardeados con armamento pesado”, asegura la publicación del medio español.

Una joya natural: el conflicto ha sacado a relucir los beneficios de esta zona del planeta en el área ambiental. “Los humedales, bosques y marismas del sur de Ucrania son un auténtico refugio natural. Miles de especies han encontrado su hogar en la valiosa desembocadura del río Dniéper, un espacio protegido

con escasa presencia del ser humano. Ahora, sin embargo, la zona se encuentra en pleno centro de la ofensiva rusa, y los misiles y bombardeos han dejado en ella su huella imborrable”, se lee en un reciente reportaje de RTVE.es. “Recuperar un espacio natural dañado no es como reconstruir una casa. Estamos hablando de mínimo 20 años para volver a la situación anterior a la guerra», explica Yevhenia Zasiadko, de la organización ecologista ucraniana Ecoaction, al mismo medio español. “En una primera fase del conflicto, los daños se concentraron en bombardeos sobre depósitos de combustibles y fábricas de importancia militar, lo que disparó la contaminación del aire, el suelo y el agua potable”, explica Weir.

“La Reserva de la Biosfera del mar Negro, en la costa meridional de Ucrania, es un santuario para las aves migratorias. Más de 120.000 aves pasan el invierno revoloteando por sus costas y una colorida variedad de especies raras (el águila de cola blanca, la serreta mediana y la cigüeñuela común, sólo por nombrar algunas) anidan entre sus aguas y humedales protegidos”, escribió el periodista Daniel Berehulak para The New York Times. “Vemos lo que está ocurriendo en Ucrania”, aseguró al prestigioso medio estadounidense Thor Hanson, biólogo conservacionista independiente y experto en cómo las guerras afectan el medioambiente, “y nos sentimos conmocionados y horrorizados por el costo humano, en primer lugar, pero también por lo que está sucediendo con el medioambiente en ese país”.

La zona roja de Ucrania: en el este del país se ubica el corazón industrial. “En el Donbás había antes del inicio de la invasión 4.500 compañías potencialmente peligrosas para el medio ambiente”, según un informe de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). Entre ellas, minas, refinerías, depósitos de combustible, plantas metalúrgicas o químicas, muchas de ellas convertidas en el principal objetivo de los ataques rusos para reducir la capacidad de resistencia de Kiev. “La situación en esta zona es ‘terrible’”, asegura Heorhiy Veremiychyk, vocero de la organización Centro Ecológico Nacional de Ucrania. Mientras que la OSCE advierte que la ‘principal amenaza’ para el medioambiente en situaciones de conflicto es el impacto de los combates sobre plantas industriales.

El problema es que en Ucrania las plantas químicas, las instalaciones de almacenamiento, depósitos de petróleo, minas de carbón, líneas de gas y otros complejos industriales, son bombas de tiempo que podrían liberar enormes cantidades de contaminación en caso de sufrir daños. El mismo temor producen los 15 reactores nucleares en cuatro centrales de Ucrania. “Las acciones militares cerca de las centrales nucleares podrían provocar una contaminación radiactiva a gran escala en vastas zonas no sólo de Ucrania, sino también mucho más allá de sus fronteras”, declaró Oleksandr Krasnolutskyi, viceministro de Protección del Medioambiente y Recursos Naturales de Ucrania a The New York Times.

La historia y la última palabra: la preocupación medioambiental no es antojadiza. Hoy se pueden relevar importantes conflictos bélicos que han tenido un alto impacto en el medio ambiente a lo largo de la historia reciente. “En Irak, por ejemplo, hubo muchos daños relacionados con la devastación de la tierra y la contaminación del aire, lo cual impacta los ecosistemas, pero también debilita la agricultura. Vemos cómo los conflictos hacen retroceder la sostenibilidad, y eso tiene grandes implicaciones para los países”, explica Weir, a eldiario.es. El experto asegura que existe un marco legal internacional para proteger el medio ambiente durante un conflicto bélico, que está bajo el paraguas de la ley humanitaria. “Esto se hizo en los años ‘70 después de la guerra de Vietnam, donde hubo mucha deforestación, y lo que estipula es que el medio ambiente es un objeto civil y por tanto no debe ser atacado”, insiste Weir. Se supone que nunca ha habido un país acusado por daños ambientales durante una guerra, lo único cercano a una sanción fue lo que ocurrió con la Guerra del Golfo de 1991. “Se creó una comisión de compensación y Naciones Unidas alegó daños ambientales por la invasión de Kuwait por Irak, pero aquello sólo pudo darse por la política de esa época y porque gran parte del dinero del petróleo de Irak iba a otros países”, asegura Weir. De esta forma, tanto los ambientalistas, como los académicos y autoridades temen que la devastación en Ucrania pueda comprometer décadas antes de que el país pueda salir adelante tras el enfrentamiento bélico.