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Por favor no molestar

En un mundo donde cientos de ruidos nos bombardean desde todos lados, vivir en un ambiente tranquilo y silencioso tiene su precio. Y no es barato. Este privilegio puede significar manejar por calles en las que nadie toca la bocina, refugiarse en “La Capilla del Silencio” o relajarse escuchando a un popular ASMRtist.

12 marzo 2024

La noticia provocó un entusiasta y espontaneo aplauso: cansado del reggaetón que sonaba día y noche desde un departamento vecino, un desesperado experto en inteligencia artificial inventó una máquina para interferir y acallar al exasperante parlante. “Reggaeton Be Gone” es el nombre del muy popular dispositivo.

Es que no hay escapatoria. El ladrido de un perro. La alarma de una auto. El tubo de escape de una moto delivery. El murmullo constante de una avenida cercana. Un camión de basura que acelera. Un bocinazo. Un grito. Otro. En la mañana. En la tarde. En la noche. A toda hora. Vivimos en entornos cada vez más ruidosos y, generalmente, hay que pagar por lograr el preciado silencio. Ventanas antiruidos; autos silenciosos de lujo como un Lexus LS 600h, un Mercedes-Benz Clase S o un Tesla Model S; “salas de silencio” en los salones VIP de ciertos aeropuertos; audífonos aisladores de sonido; spas que borbotean “burbujas de tranquilidad”; retiros de meditación; o las excéntricas “silent parties”, donde los susurros reemplazan a la música; son parte de esta singular industria. Incluso, algunos pronostican que pronto los megaricos viajarán al espacio, incluso a Marte, con tal de huir de la tiranía sonora de la realidad.

Esta asociación del silencio con el lujo y la riqueza, sin embargo, no es exclusivamente moderna: quedó reflejada en el proverbio árabe del siglo IX: “el hablar es plata, el silencio es oro”.

Pero algunos países desarrollados se han esforzado por darle este bienestar a todos sus ciudadanos. En Dinamarca, las bocinas de los autos rara vez se escuchan porque es ilegal usarlas a menos que se esté en peligro inmediato. Y la mayoría de los trenes tienen un vagón silencioso. En Japón, hay una regla tácita de cortesía que consiste en no hablar por teléfono en el metro ni mantener conversaciones fuertes en público. En una de las plazas más concurridas de Helsinki, en Finlandia, la gente puede refugiarse en la “Capilla del Silencio”.

“El silencio es más que la ausencia de ruido”, sentencia el filósofo coreano Byung-Chul Han, cuyos libros sobre los males que acechan al ser humano moderno son best seller mundiales. “Vidas cada vez más aceleradas, anquilosadas en pequeñas y ruidosas viviendas, unidas a los nuevos sonidos y distracciones constantes de la tecnología, nos hacen buscar lugares para guiarnos en la casi utópica idea de desconexión. Pero, una vez allí, hay quienes no saben cómo enfrentarse a la quietud y a la ausencia de las voces cotidianas”, sentencia.

Omnipresente y ubicuo, el ruido constituye otra forma de contaminación, aunque menos combatida que la contaminación del aire y del agua. Incluso menos que la contaminación lumínica que nos roba el cielo nocturno o aquella que asfixia con plásticos a los océanos. Constituye una crisis de salud -paradójicamente- silenciosa.

“El ruido constituye un problema social, cultural y ambiental”, indica John Stewart, autor de “Why Noise Matters: A Worldwide Perspective on the Problems, Policies and Solutions”. “En todo el mundo, más personas se ven afectadas por los sonidos molestos en su vida cotidiana que por cualquier otro contaminante de la Tierra. Desde los barrios marginales de Bombay hasta los elegantes bulevares de París, el ruido es un problema. Daña la salud de las personas y amenaza los sistemas de sonido naturales del mundo de la misma manera que el cambio climático está alterando los ecosistemas”.

El autor explica que los altos decibeles alteran el equilibrio del sistema nervioso. Esto lleva a un aumento momentáneo de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial, lo que puede provocar daños a largo plazo. Como contrapartida, el silencio “tranquiliza la mente, elimina la ansiedad y el estrés, cambia la irritabilidad por una actitud positiva, disminuye los dolores de cabeza y migrañas, y es un gran aliado para el sistema inmunológico”.

La magia del ASMR

Para los buscadores de un entorno de paz y tranquilidad, la sigla ASMR es mágica. Traducida como “Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma”, es un técnica que genera sensaciones asociadas con el bienestar y el placer. Esto a través de toques con las manos, especialmente si se hacen de forma lenta y sostenida en la cara, el cuello o la cabeza, lo que produce un hormigueo en todo el cuerpo que ayuda a dormir y a relajarse. Junto con los estímulos tácticos, también se emplean estímulos auditivos y visuales.

Estos videos, que generalmente duran entre 20 y 40 minutos, aunque puede ir desde los 15 minutos hasta las 4 horas, son tan vistos que ASMR es uno de los principales términos de búsqueda de YouTube. Incluso, tienen sus propias celebridades: los ASMRtists. Los más populares, como Gibi ASMR y ASMR Darling, tienen cerca de dos millones de suscriptores en sus canales de YouTube.

Otro de ellos es Batala’s ASMR, quien afirma: “La respuesta sensorial autónoma es una experiencia tanto psicológica como física. Incluye sentirse tranquilo, feliz y con sueño, así como experimentar una sensación de cosquilleo en el cuero cabelludo y en la parte posterior del cuello y la columna. Las personas suelen sentir ASMR cuando perciben una leve caricia, ven una cara sonriente, sienten suaves movimientos de manos, o escuchan sonidos desencadenantes como agradables susurros, el tenue crujido del papel, el roce de los dedos o el chasquido de los labios”.

La única regla de estos videos es que el movimiento sea lento y pausado, y el audio bajo y suave. “Puedes hablar de cualquier cosa en cámara, leer un libro, susurrar de manera incompresible, peinar una muñeca e incluso comer comida crujiente en primer plano. Solo tienes que hacerlo de manera tranquila y pausada, siempre evitando hacer ruidos fuertes”, agrega Batala’s ASMR.

En la actualidad, muchos -especialmente los más jóvenes- defienden a ultranza un nuevo “derecho”: poder dejar el celular en silencio y no responder llamadas, especialmente si son de números desconocidos. Según un estudio de la Sociedad Digital de España, el 96,8% de los jóvenes españoles entre 14 y 24 años usa el WhatsApp como principal forma de comunicarse, mientras que el 75 % de las personas ven vídeos con sus teléfonos en silencio. Esto ha provocado también una transformación en cómo se producen: más que privilegiar el sonido, en estos videos se pone especial atención a los mensajes escritos y a los subtítulos.

El escritor John Stewart remata: “el silencio se ha convertido en parte de esa brecha que otorga a algunos -generalmente los más ricos- la posibilidad de una vida más larga y más sana que la de la mayoría de las personas. Poder alejarse del ruido cotidiano es un privilegio”.