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Viaje a la locura

La relación que existe entre creatividad y locura, es lo que la periodista española Rosa Montero examina a fondo en su último libro ‘El peligro de estar cuerda’ (Seix Barral). Su investigación revela cómo a Agatha Christie le gustaba escribir en la tina, así como la manía de Kafka de masticar la comida 32 veces y hacer gimnasia en carnes con la ventana abierta en pleno invierno. Este texto ayuda a entender la interacción de las personalidades entre los humanos y cómo su diversidad se traduce en pensar y crear “fuera de la caja”.

10 agosto 2022

“Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”. Con esta frase Rosa Montero inicia las 358 páginas de su último libro. Un escrito híbrido que mezcla el ensayo con la autobiografía y la ficción, además de una serie de datos científicos reveladores para entender cómo se dan los procesos creativos y cuál es la relación de éstos con la locura. La escritora española también incluye una intrigante historia paralela que mantiene en vilo al lector hasta el final, así como una cantidad impresionante de citas de poetas, narradores y creadores. De hecho, se hace imposible leerlo sin estar constantemente subrayando, tomando apuntes o doblando las puntas de las páginas, (si usted aún es del club de los que prefiere leer libros impresos), para luego volver a ellas, profundizar y descubrir más.

La autora ha elegido esa frase para arrancar, segura de que llevará de inmediato a muchos lectores a sentirse identificados. Después de pasar cuatro años estudiando reportes científicos y teorías de neurólogos, psiquiatras y psicólogos para darle vida, tiene la certeza de que no es la única “rara”.

Los datos y cifras que maneja la Organización Mundial de la Salud (OMS) también avalan su posición. En junio de este año, este organismo publicó el estudio más completo sobre salud mental que se haya efectuado desde principios de siglo. Según éste, al año 2019, casi mil millones de personas –entre ellas un 14% de los adolescentes de todo el mundo– estaban afectadas por algún trastorno mental. Los suicidios representan más de una de cada cien muertes y el 58% de ellos ocurría antes de los 50 años de edad. A lo que se agregó, poco después, el impacto de la pandemia, con un aumento de más de un 25% en los casos de depresión y ansiedad.

La escritura no es tan inofensiva: el libro aventura que si usted es un apasionado de la escritura, tiene aún mayores posibilidades de sufrir algún tipo de trastorno. Es un dato concreto basado en el estudio de la psiquiatra Nancy Andreasen, de la Universidad de Iowa, que llega a la conclusión de que “los escritores tienen hasta cuatro veces más posibilidades de sufrir un trastorno bipolar y hasta tres veces más de padecer depresiones que la gente no creativa”, consigna Montero.

‘Poda Neurológica’ sería el concepto que explica este mayor riesgo. Esta se produce en la primera etapa de la pubertad. Hay que considerar que el cerebro tarda mucho en madurar y no lo termina de hacer hasta que cumplimos las tres décadas. Esa es una de las razones que explica la gran imaginación que tienen los niños. La “poda” se va generando para que el cerebro se centre en lo que es “útil” y así se vayan eliminando las “conexiones” que no lo son. Si bien este trabajo de jardinero mental debería ocurrirnos a todos, lo cierto es que en al menos un 15% de la población no se da. Es decir que ese porcentaje queda con un cerebro inmaduro. En palabras más simples un “cerebro raro”. Uno que es caldo de cultivo para que se generen manías y enfermedades mentales.

Las manías de los autores y pensadores: escribir en la tina, como lo hacía Agatha Christie; masticar la comida 32 veces y hacer gimnasia desnudo con la ventana abierta, en pleno invierno, como lo hacía Kafka; llevar siempre la misma ropa, caminar descalzo y bailar solo como Sócrates; meterse un día en la cama y no volver a salir como Proust; tenerle miedo a los trenes como Freud, o a los huevos como Hitchcock. Esos serían ejemplos de “manías más o menos inofensivas” que menciona la autora. Pero también está “ese vasto, impreciso, temido y tenebroso territorio interior que solemos denominar locura”. Porque las mentes imaginativas e inquietas muchas veces son también mentes atormentadas. Esto se siente especialmente cuando menciona a autoras como Virginia Woolf y Sylvia Plath –quien se suicidó a los 31 años–, o la neozelandesa Janet Frame. Esta última, una autora que impresiona especialmente a Montero. Desde temprana edad, Frame pasó largas temporadas en psiquiátricos y estuvo incluso a punto de que le hicieran una lobotomía. Pero la escritura la salvó y logró salir adelante.

Creatividad a toda prueba: repasar estas y otras vidas, llevan a la autora española a dos de las principales conclusiones del libro. La primera: la mayoría de los escritores y escritoras que sufren desequilibrios no desearían no padecerlos si eso significase dejar de escribir. Prefieren la desesperación y el dolor a una vida sin creatividad. Cita a Charles Bukowski, “escribir es un don y una enfermedad. Me alegro de haberme contagiado”. La segunda es que, “detrás de cada libro, de cada escultura, de cada cuadro y cada canción, hay una “tormenta perfecta”, un estallido creativo que se da cuando coinciden una serie de factores irrepetibles a nivel químico y situacional. ¿Es posible confiar en alguien que se defina como absolutamente normal? En una entrevista para el diario online 20 Minutos, la respuesta de Montero fue tajante: “no, porque la normalidad no existe. Hay un estudio de la Universidad de Yale que dice que ésta es una construcción estadística. Todos somos raros, y quien diga que está cuerdo seguramente tiene miedo de aceptar sus propios agujeros. Me fío mucho más de quienes admiten sus inestabilidades”. Las organizaciones crecientemente se han ido adaptando a incorporar personalidades cada vez más divergentes y crear espacios para que la creatividad fluya, como ocurre desde ya hace un tiempo en el caso de Google. Porque si bien el título del libro de Rosa Montero es provocativo, porque apela a la estigmatizada locura, en el fondo se está refiriendo a la evidente diferencia de cada persona y cada miembro de un grupo humano, desde las iglesias hasta la corporaciones o empresas, que están cada vez más obligadas a innovar y pensar ‘fuera de la caja’ para sobrevivir a una feroz competencia.