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La seducción de la clase media

La pandemia ha obligado a los chilenos a definirse respecto del escalón socioeconómico en el que creen que se encuentran. Establecer las fronteras no ha sido una tarea fácil, menos en una sociedad donde la clase media es el foco predilecto de los políticos de todo espectro. Por Alejandro Sáez (*)

19 junio 2021

“Soy de clase media”.  Cerca del 70% de los chilenos contesta así a la pregunta de dónde se sitúa en la escala socioeconómica. Hay en esta autodefinición menos pobres y ricos de lo que dicen las cifras. Hay una seducción en los valores asociados a ella, como el mérito en contraposición a la herencia. Hay cierta lógica gregaria, de hacernos pertenecer a un grupo amplio y cohesionado, aunque en la práctica hoy el mundo está fragmentado en múltiples identidades.

La clase media es, también hoy, el sector predilecto de los políticos de todo espectro. El sujeto popular se difuminó para dar paso al “hijo de la modernización capitalista”, como lo llama el columnista y rector universitario Carlos Peña, que se desenvuelve en la sociedad de consumo de manera más autónoma y es más exigente, al tiempo que es un activista social diverso y hasta provocador, que goza de una libertad que Chile exhibe desde hace muy poco.

Recién en 1999 se despenalizó la sodomía, en 2004 se aprobó la ley de divorcio y en 2017 vio la luz la ley de aborto en tres causales.

Sin embargo, la pandemia ha puesto el foco sobre ella nuevamente y ha dejado en evidencia con más nitidez que nunca la tremenda heterogeneidad y precariedad que afecta a buena parte de ella, agobiada por las deudas y por el creciente costo de la vida. La premisa de focalizar las ayudas fiscales dio lugar por fin a la discusión de fondo:  ¿realmente con ganar, por ejemplo, $ 2 millones de ingreso por hogar se es rico y se debe estar fuera del apoyo estatal en momentos críticos como el actual? Según la OCDE, un hogar chileno con ese ingreso está dentro del 10% más rico de la población. Lo puede ver usted mismo en el siguiente sitio: https://www.compareyourincome.org/es.

Así las cosas, sucede que $2 millones es cuatro veces más que la media salarial que reciben los chilenos en el país. Por lo tanto se trata de un sueldo alto. A nivel internacional, ese mismo ingreso es el justo medio dentro de países desarrollados. La línea de la pobreza en Estados Unidos es de US $26.000 anuales para una familia de cuatro personas, casi $1,6 millones mensuales por hogar, muy por encima de lo que recibe nuestra clase media por ingresos. Es cierto, los costos de vida son diferentes, pero en Chile ha habido una escalada de alzas de los arriendos y el valor de las propiedades que nos ponen en un problema de acceso a vivienda similar a muchos países ricos.

Es un error definir las fronteras de clase media sólo por los ingresos. Partamos por ejemplo con la forma de generarlos: habitualmente la clase media obtiene sus ingresos del trabajo y es éste el que le permite financiar la vida que lleva, en algunos casos cómoda y con ciertos espacios para gustos, pero atada a la mantención de rentas desde el empleo. Su primera característica es que son trabajadores, usualmente empleados, pero no necesariamente, ya que también hay comerciantes o dueños de empresas medianas y pequeñas de diversos rubros. El empleo les da autonomía para no identificarse con los explotadores ni necesariamente sentirse explotados.  Ahí hay una primera explicación al alto porcentaje de auto calificados como clase media: la cantidad de gente que vive de su trabajo supera con creces la frontera monetaria de clase media. Es así como hogares de $3 millones viven bajo la misma lógica que uno de $1 millón: vivir de su sueldo, pagar sus deudas, financiar colegios, aportar a su salud, contribuir a su pensión. Y a la inversa: todos pueden perder lo ganado cuando las cosas no marchan y el empleo escasea.

Una segunda característica es que el capital que más valoran y aspiran a poseer es el educacional. La clase media construye un capital simbólico en la educación que puede darle a los suyos. Ese capital les entregaría un retorno tanto en términos de ascender en la escala social como abrir mundos y oportunidades. Al menos, ésa ha sido la promesa. La clase media sustenta su posición en la educación: tenerla tiende una red que debiera proteger de caer en la pobreza o construir un puente para acceder a más ingresos en el futuro.

Acá hay una segunda explicación para que tanta gente se identifique con la clase media, en toda la pirámide social existe el convencimiento de que la educación es el camino. Los ricos lo son en capital en dinero, pero también consideran al mérito y al esfuerzo como la forma más productiva de vivir la vida y los pobres luchan diariamente para que sus hijos tengan una mejor educación que sus padres.

Desde esta óptica, que un abrumador porcentaje de la población se sienta de clase media no es para nada contradictorio. Es gente que vive de su trabajo, que además puede perder su posición sin empleo y que aspiran que su familia construya y avance en su vida a partir de su educación. La amplitud del grupo que se siente de clase media quizá ha empujado, en el desarrollo de esta pandemia, la revisión de las políticas asistenciales.

La focalización tiene un valor todavía dada la precariedad de la pobreza, pero claramente ya no basta. La universalidad de los bienes públicos es un hecho que la pandemia dejó en evidencia y una de las demandas más sentidas del estallido social y desde antes, con por ejemplo los llamados a gratuidad universitaria. Por eso, ante la pregunta ¿es usted de clase media?, lo más probable es que casi todos sigan contestando positivamente y que dada la carga simbólica que la identifica, no estén equivocados.

(*) Alejandro Sáez es periodista de la Pontificia Universidad Católica (PUC) y Director de Comunicación Estratégica y Estudios.