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Green hushing: ¿Silencio estratégico u oportunidad perdida?

En 2025, un 34% menos de propuestas ESG y un entorno político adverso redibujan el mapa de la sostenibilidad corporativa, especialmente en Estados Unidos. Pero la nueva tendencia de callar los avances en estas materias, también tiene sus costos. El silencio puede minar la rendición de cuentas, desincentivar el aprendizaje colectivo y restar legitimidad social a las empresas.

27 junio 2025

En 2025, un 34% menos de propuestas ESG y un entorno político adverso redibujan el mapa de la sostenibilidad corporativa, especialmente en Estados Unidos. Pero la nueva tendencia de callar los avances en estas materias, también tiene sus costos. El silencio puede minar la rendición de cuentas, desincentivar el aprendizaje colectivo y restar legitimidad social a las empresas.

Desde el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el discurso corporativo sobre sostenibilidad ha entrado en una nueva fase: más cauta, más silenciosa, más política. En solo un año, las propuestas de accionistas relacionadas con temas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) cayeron un 34%, ante los obstáculos regulatorios y las nuevas políticas de la Security Exchange Comission (SEC), que dificultan su tramitación, según un informe anual de los grupos de defensa de accionistas As You Sow y Proxy Impact.

A esto se suma una retórica oficial que tacha la inversión socialmente responsable de “capitalismo woke”, y leyes en estados como Florida que limitan explícitamente el uso de criterios ESG en inversiones públicas. ¿La reacción del mundo empresarial? Callar.

Este nuevo fenómeno tiene nombre: green hushing. A diferencia del ampliamente discutido greenwashing —la exageración de logros sostenibles— el green hushing consiste en todo lo contrario: ocultar avances reales por temor a represalias. Es un silencio que se expande desde los pasillos de las multinacionales hasta las pequeñas firmas, alimentado por el miedo a ser cuestionadas, la incertidumbre legal y una cultura del escrutinio extremo que premia la crítica antes que el matiz.

Las dos caras del green hushing

Como señala Cortney Stapleton, CEO de The Bliss Group en una  publicación para el medio Ragan PR Daily, muchas empresas en EE.UU. no han abandonado su Propósito, pero han bajado significativamente el perfil de su comunicación. Es una reacción pragmática ante un entorno donde hablar de inclusión o sostenibilidad puede activar alarmas regulatorias, generar demandas o acarrear boicots.

De hecho, un estudio publicado por la empresa suiza South Pole en 2022, ya alertaba sobre esta tendencia: casi una cuarta parte de 1.200 empresas con metas climáticas no comunicaban públicamente sus avances. Bélgica, con un 41%, lideraba este ocultamiento. En EE.UU., el 71% de las empresas del S&P 500 de efecto invernadero, pero solo el 12% lo hace respecto a riesgos hídricos y el 15% sobre biodiversidad. La brecha de transparencia es evidente.

Pero callar también tiene sus costos. El green hushing puede minar la rendición de cuentas, frenar el aprendizaje colectivo y restar legitimidad a las políticas ESG. Como demuestra el caso de Net Zero Now, existen plataformas que permiten comunicar con datos duros, sin grandilocuencia, y convertir la transparencia en una ventaja competitiva. Compañías como Nine23 y Cripps han logrado fortalecer la confianza con stakeholders a través de reportes claros y frecuentes, incluso sobre temas complejos como las potencialmente peligrosas emisiones  (GEI) de alcance 3 .

¿Valores universales o banderas ideológicas?

Lo que complica aún más el panorama es que muchas de las causas que antes se consideraban universales —diversidad, igualdad, sostenibilidad— hoy son leídas como posicionamientos políticos. El péndulo cultural ha oscilado: lo que era mainstream puede verse ahora como activismo corporativo. En este contexto, el lenguaje se vuelve campo de batalla. Algunas empresas prefieren hablar de “resiliencia climática” o “eficiencia energética” antes que usar etiquetas que las asocien con bandos ideológicos.

Pero el problema no es el lenguaje, sino la intención. Las empresas deben preguntarse: ¿por qué estamos comprometidos con ciertos temas? ¿Qué significa para nosotros ser sostenibles o inclusivos? ¿Cuál sería el costo ético, reputacional y estratégico de retroceder en estas agendas? Como dice la máxima: no se trata solo de “decir lo correcto”, sino de alinear lo que se hace, lo que se dice y lo que se cree como organización.

Coherencia como brújula

Y es que según lo plantea Stapleton, no existe una única forma correcta de comunicar sostenibilidad. Plantea que algunas organizaciones podrán optar por una comunicación activa; otras, por una discreta pero consistente. Lo importante es que ambas se basen en la coherencia. En el equilibrio entre acción y palabra, propósito y contexto.

“Las empresas más exitosas en esta nueva era no serán las más ruidosas ni las más silenciosas, sino las más transparentes y estratégicas. Asimismo y como muestran diversos estudios, cuando la sostenibilidad se aborda con visión, innovación y claridad, no solo genera impacto social y ambiental, sino que también habilita condiciones para un crecimiento más sólido, inclusivo y resiliente. Porque en un mundo donde hablar puede ser riesgoso y callar también, la coherencia es la mejor carta”, concluye.