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El legado de Patagonia

El empresario Yvon Chouinard decidió traspasar el cien por ciento de Patagonia, la empresa que fundó y que actualmente dirige, a un fideicomiso encargado de asegurarse de que sus valores de vida sean respetados, entregando las ganancias anuales de la compañía, que alcanzan a US$100 millones, a una asociación que lucha contra la crisis ambiental y la protección de la naturaleza. Todo un ‘Big Lebowsky’ de la filantropía.

23 septiembre 2022

Hace pocos días el nombre de Yvon Chouinard revolucionó el mundo de la filantropía verde y no era para menos. Anunció que donará su empresa a una fundación para la lucha contra el cambio climático. Un fideicomiso será el nuevo gestor de la compañía y las utilidades no reinvertidas que se obtengan serán entregadas a la organización para la conservación del medio ambiente. Y no se trata de cualquier firma ni de una cantidad menor de recursos. El empresario es el fundador de Patagonia, una de las marcas de ropa outdoor más reconocidas del mundo y que tiene utilidades por US$100 millones al año.

La decisión de Chouinard contó con la venía de su esposa y de sus hijos, quienes consideraron que este camino resguardaba los valores de quien le ha dedicado prácticamente toda su vida a la causa conservacionista.

Algunos empresarios ya han tomado decisiones que se acercan a la de Chouinard, como Bill y Melinda Gates que en 2010 desde su fundación entregaron una subvención de US$ 10 millones a Conservación Internacional (CI), uno de los grupos de conservación más grandes del mundo o la Fundación Betty y Gordon Moore que en 2001, otorgaron a la misma fundación una subvención de diez años por un valor de US$ 261 millones. Pero aún son muy pocos los que han ‘donado’ la totalidad de las ganancias de la compañía a causas verdes, un verdadero ‘Big Lebowski’ de la filantropía, como la película de culto donde Jeff Bridges representa el verdadero icono hippie de la década de los ’90.

Hippie de ‘tomo y lomo’: La personalidad y estilo de vida de Chouinard lo alejan del estereotipo de billonario. “Su imagen de leñador rural poco sofisticado es para que aquellos que comprenden sus códigos el súmmum de la sofisticación”, lo describe el suplemento Icon del diario El País.

De 83 años, maneja un viejo Subaru, le gusta vestirse con ropa usada y deambula entre las mismas casas sencillas que ha tenido toda su vida, ubicadas al sur de California, en Ventura y Jackson (Wyoming), cuyo único lujo son estar inmersas en la naturaleza y rodeadas de montañas las cuáles el dueño de la marca de Patagonia aún se jacta de escalar. También es un outsider de la tecnología no tiene celular ni usa computador. «Estaba en la lista de multimillonarios de la revista Forbes, lo que realmente me enojó», afirmó el empresario en una entrevista. «No tengo mil millones de dólares en el banco. No conduzco un Lexus», recoge el diario Clarín entre algunas de sus declaraciones. “Empecé en los años ‘60. Y en los años ’60 los empresarios nos parecían todos unos asquerosos. Formábamos parte de la contracultura y no respetábamos a los hombres de negocios que, de hecho, representaban al enemigo. Pero un día me levanté por la mañana y me di cuenta de que ya era uno de ellos, así que empecé a leer un montón de libros y a pensar cómo podría crear un negocio del que quisiera formar parte. No sólo yo, sino todos mis socios, porque éramos una banda de ‘dirtybags’, el apelativo que en esos años se le daba a un tipo muy particular de hippie’”, aseguró en una entrevista que recoge el diario El País.

Su emprendimiento comenzó cuando él tenía 15 años y aprendió el oficio de herrero de forma autodidacta con el fin de elaborar su propio material de escalada. Ese fue el germen de Patagonia y que luego derivaron en prendas que son objeto de deseo de montañistas experimentados y ejecutivos de Wall Street, por igual. Incluso la marca ha recibido el apodo de “Pradagonia”.

Revolucionando la filantropía verde: al dueño de Patagonia siempre le ha gustado ser un pionero. En la década del ’60, Ivon Chouinard se destacó como escalador y conquistó el valle de Yosemite, incluso fue uno de los protagonistas de la película que retrató esa época: ‘Valley Uprising’. Así 62 años más tarde ha vuelto a ser pionero, esta vez transfiriendo -luego de un acuerdo con su esposa y dos hijos el cien por ciento de la empresa que dirige a un fideicomiso encargado de asegurarse de que sus valores de vida que están relacionados al medio ambiente sean respetados, “una asociación de lucha contra la crisis ambiental y la protección de la naturaleza, será la que recibirá todas las ganancias de la empresa, que se calculan en unos US$ 100 millones anuales”, asegura The New York Times. Muchos se preguntaron qué dijo el núcleo familiar cuando Chouinard decidió ‘donar’ la empresa. Lo cierto, es que hubo reuniones previas donde discutieron vender la compañía, pero les aterraba que cayera en manos inescrupulosas que sólo se preocuparán de las ganancias y borraran de un zarpazo todo lo que Patagonia había obrado por el bien del medio ambiente.

Kristine Mcdivitt -la viuda de Douglas Tompkins uno de los íntimos amigos de Chouinard- quien es parte del directorio de Patagonia y lo conoce desde que tiene 24 años dijo que «su visión nunca cambió y aunque todavía tiene buena salud, quería implementar un plan para el futuro de la empresa y del planeta. Por su parte, Chouinard ha reconocido que «nunca quiso ser un hombre de negocios», según se lee en la carta abierta en la que anunciaba la transferencia de su participación mayoritaria de cerca de 3.000 millones de dólares a un fideicomiso y una organización sin ánimo de lucro.

Patagonia, la marca verde: la empresa llamada Patagonia como tal nació en 1974, después de un viaje a Irlanda cuando compró poleras de rugby que le servían en la escalada. Desde ese punto comenzó a diseñar ropa técnica para todas las actividades outdoors transformando a Patagonia en una de las marcas más fashion dentro de ese mundo. El core business del negocio es que se trata de ropa duradera. En una época en que lo desechable prima, su apuesta ha sido la permanencia hasta el punto que el eslogan de Patagonia es: “si está estropeado, arréglalo”. Además integró el color. “¿Por qué tiene que ser la ropa de montaña ocre, apagada, triste? Se preguntó Chouinard en los ‘80, la era del flúor. Así fue como la suya fue la primera marca deportiva que consiguió despertar entre el gran público el interés por la ropa de escalada”, asegura el suplemento Icon. La vida de Chouinard ha estado comprometida siempre con el activismo medioambiental y el bienestar de sus empleados. En los años ’80 ya destinaba el 1% de la compañía para el cuidado del medio ambiente, siendo una empresa pionera en el área. Y para 1984, Patagonia abrió dentro de su fábrica un restaurante que ofrecía «comida sana y mayoritariamente vegetariana». A medida que pasaron los años, el dueño de Patagonia se enfocó en mejoras medioambientales de la compañía y fue así como a comienzos de los ‘90 una auditoría reveló que el algodón era el peor producto para el medio ambiente y por ende en 1996, Chouinard  obligó a Patagonia a utilizar solamente algodón orgánico. Pero eso no fue todo. “En 2011, la compañía publicó un anuncio en la prensa donde animaba a los consumidores a adquirir productos de segunda mano en lugar de nuevos para concientizar sobre el impacto medioambiental de la producción de la ropa”, asegura la revista económica Expansión. Sobre su última decisión para el futuro de su empresa, Yvon Chouinard declaró al diario The Inertia: «esperemos que esto ayude a una nueva forma de capitalismo, que no conduzca a la coexistencia de algunos ricos y un montón de pobres». Sin lugar a dudas todo un pionero.